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Cómo sembrar pasturas en primavera


Si bien el otoño es la temporada más favorable para la siembra de pasturas, en algunas ocasiones suele ser necesario hacerlo en primavera. Este año, debido a las dificultades climáticas y a una mayor demanda ganadera, se ha expandido su utilización. Por ser una práctica mucho más compleja, el Ing. Agr. Juan Lus, especialista en…


Si bien el otoño es la temporada más favorable para la siembra de pasturas, en algunas ocasiones suele ser necesario hacerlo en primavera. Este año, debido a las dificultades climáticas y a una mayor demanda ganadera, se ha expandido su utilización. Por ser una práctica mucho más compleja, el Ing. Agr. Juan Lus, especialista en la temática, plantea cuáles son los cuidados adicionales a tener en cuenta para llevarla a cabo exitosamente.

Sorteando riesgos

Al inicio de la primavera, la temperatura del aire asciende con rapidez pero los suelos demoran en calentarse, por lo que las germinaciones son más lentas y heterogéneas que las de otoño. Las raíces mostrarán un menor desarrollo relativo que el aparato foliar que tenderá a crecer rápidamente. Este desbalance puede dejar expuestas a las plantas a las altas temperaturas y déficit hídricos durante la primavera-verano.

Asimismo, el desarrollo explosivo de las partes aéreos, puede propiciar el pastoreo inapropiado, ya que la mayor disponibilidad de forraje induce a adelantar su aprovechamiento, cuando quizás aún el anclaje de las plantas es deficiente. Si esto no es monitoreado, pueden sobrevenir pérdidas de individuos u otros perjuicios si el piso no está consolidado como para tolerar el tránsito animal.

También es factible que se provoquen situaciones de difícil manejo con los componentes de la mezcla sembrada. Especies de lenta implantación pueden quedar cubiertas por las más rápidas. En este caso, si el forraje desarrollado no es removido, se genera una competencia inter-específica fuerte, con pérdidas de población en algunas de las especies.

Otra cuestión importante es cuidar los remanentes post-pastoreo o corte. Las especies tendrán un volumen de desarrollo de macollos o coronas aún incipiente, con lo cual, es posible que la cobertura de suelo no sea completa o queden espacios sin ocupar. Esto, combinado con remanentes post pastoreo muy bajos, pueden llevar a altas temperaturas de suelo en las áreas descubiertas, que ponen en riesgo la supervivencia de macollos.

Un claro ejemplo es lo que ocurre con las festucas. Está comprobado que con remanentes menores a 3 cm durante enero y febrero, las temperaturas del suelo en superficie pueden llegar a los 50°C, mientras que si quedan alrededor de 10 cm, difícilmente superen los 30°C. Esto afecta directamente a la supervivencia de los macollos. Para el primer caso, pueden darse mortandades del 40 al 50% de los macollos; mientras que con un mayor remanente, las supervivencias pueden ser del 85-90%.

Un aspecto clave, es la presión de malezas. Si bien siempre es una amenaza importante, para las siembras primaverales lo es aún más. Las malezas estivales presentan una mayor agresividad que las de otoño-invierno, por lo que es prioritario disminuir su presencia con una rotación, dejando el control químico para corregir las desviaciones del plan integral que tenga el establecimiento.

La situación más crítica se da cuando las malezas predominantes son gramíneas de ciclo estival y, sobre todo, cuando la pastura es consociada. En estos casos, es indispensable la rotación y manejos previos que bajen la presión poblacional previamente. Hay que estar atento a las malezas C4, que necesitan menos cantidad de agua que las C3 de las pasturas templadas para producir biomasa.

En la práctica

Considerando las especies forrajeras posibles de ser utilizadas en las siembras de primavera, las anuales templadas no son aconsejables (raigrás anual, avena, cebada, tréboles anuales), siendo las perennes la opción viable.

Las siembras en cobertura no son recomendables porque son más dependientes de las lluvias, y además, sólo son efectivas cuando se utilizan especies anuales. Como regla práctica, cuanto más perenne sea la especie en cuestión, menos facilidad de implantación por siembra aérea muestra y más lenta es su instalación en situaciones normales.

Con respecto al sistema de siembra, comparando la directa y la labranza convencional en la misma fecha durante la primavera, en el primer caso, la temperatura del suelo será inferior durante el día y se enfriará más rápido por la tarde, que en el segundo. Por lo tanto, la  labranza convencional resulta más conveniente.

Por último, considerando la fecha de siembra, se recomienda hacerla lo más temprano posible una vez que el peligro de heladas intensas se haya disipado. De este modo, se logrará el máximo período para que las plántulas desarrollen el mejor equilibrio raíces/aéreo y así tengan más capacidad de afrontar altas temperaturas y posibles déficits hídricos durante el verano.

Por Ing. Agr. Juan Lus, especialista en forrajeras

Fuente: Valor Carne

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