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Siete de oro: cómo aprovechar alfalfas y evitar intoxicaciones


Por ser muy hábiles voladores, si se aplica algún insecticida escapan de inmediato y pasado su efecto vuelven a la misma flor, incurriéndose en un gasto innecesario. Aunque llovió y el problema disminuyó, desde el INTA aconsejan pastorear o cortar antes de la floración para prevenir riesgos. El problema de los fardos infestados.


Adriana Saluso está a cargo de laboratorio de entomología del INTA Paraná y es docente de la temática en la Universidad Nacional de Entre Ríos. En diálogo con Valor Carne explicó las características del Astylus atromaculatus, comúnmente llamado siete de oro, así como las causas por los cuales no es aconsejable el control químico.

“Los adultos de siete de oro se ven todos los años en diferentes cultivos, forrajeros y para grano, sobre todo en la época de floración ya que es un insecto polinizador. En esta campaña, por las condiciones de sequía, las infestaciones comenzaron en la alfalfa porque probablemente sea la única que haya florecido a mediados de enero, dado el retraso de las siembras”, recordó. Y agregó: “A partir de entonces nos llegaron numerosas consultas por el aviso que se había dado desde el INTA Balcarce sobre una posible relación con patologías halladas en el ganado vacuno”.

Ahora, tras algunas lluvias, al haber otras plantas en floración la población se ha dispersado. “Hubo una migración hacia  cultivos más apetecibles para el insecto”, afirmó, detallando que sin embargo las precipitaciones fueron totalmente heterogéneas. “Acá, hasta hace muy poco, prácticamente no había llovido, aunque las sojas ya empezaron a florecer, entonces recibimos mayor cantidad de preguntas sobre este cultivo y no tanto de alfalfa”, dijo.

¿Cómo actúa el siete de oro? El período larval, que transcurre en el suelo, es de entre 250 y 350 días y el adulto permanece en las flores alrededor de tres meses, desde diciembre hasta mediados de marzo.

“El insecto tiene una vellosidad muy importante y con esos pelos transporta los granos de polen. Además de polinizar, necesita de las flores para poder cubrir sus requerimientos nutricionales, reproducirse y continuar con su ciclo biológico”, explicó.

¿Y con la sequía aumentó la población? “Sí, indudablemente, pero también ocurren explosiones demográficas por su propia biología cada tanta cantidad de años”, alertó.

En ese sentido, el insecto fue problemático para el sorgo, a fines de los ‘80 y principios de los ’90. ¿Qué causaba? “Actuaba en la etapa del grano lechoso y lo consumía, le producía una especie de ahuecamiento. Eso se superó en parte con los sorgos de alto tanino. El siete de oro es como las aves, prefiere cultivos más palatables”, reveló, detallando que en este caso hay insecticidas autorizados para el control químico.

¿Y por qué se los ve tan arracimados? “Es algo que llama muchísimo la atención, hay una enorme densidad en un solo sitio, que es el lugar donde dejan sus feromonas, ahí se aglutinan como forma de evitar la desecación”, respondió. ¿Qué son las feromonas? Son sustancias secretadas por los seres vivos a fin de provocar un comportamiento específico en otros individuos de la misma especie, en este caso, la agregación.

Para Saluso, conocer estos mecanismos es importante para comprender por qué no es aconsejable el control químico en alfalfa. “Por más que el siete de oro sea un coleóptero, o sea que su primer par de alas es coriáceo, no tiene una dureza tan marcada como otros, por ejemplo, el bicho torito. Entonces, ante la aplicación de un insecticida, pueden desplegar inmediatamente sus alas membranosas, que son con las que vuelan, y desplazarse hacia otros sitios menos peligrosos”, advirtió.

Una vez que se va el efecto del insecticida, entran en juego las señales de las feromonas “Los insectos vuelven rápidamente a la misma flor donde depositaron esas sustancias. Son insectos muy hábiles”, explicó.

“Hay tres razones por las que no aconsejamos el control químico en alfalfa”, indicó la entomóloga. Primero porque no hay productos registrados en Senasa, lo cual además determinaría el período de carencia para entrar con los animales en forma segura. Segundo por esa capacidad de vuelo que disminuye considerablemente la eficacia del insecticida, con lo cual se incurre en un gasto innecesario. Y tercero por el impacto en insectos benéficos, como otros polinizadores y vaquitas predadoras, que disminuyen su densidad.

“Por lo pronto, la problemática solo se puede enfrentar con el control cultural”, finalizó Saluso.

Llovió, pero los riesgos persisten

Alejandro Radrizzani.

El Ing. Agr. Alejandro Radrizzani, a cargo del Programa Nacional de Forrajes, Pasturas y Pastizales del INTA, explicó cómo pastorear alfalfas en períodos de alta presencia de siete de oro y cuándo cortarlas para consumo fresco y reservas de modo de minimizar riesgos de intoxicación en el ganado.

“El siete de oro se alimenta del polen. Pero, con la sequía extrema de este verano, en ciertas áreas las únicas flores que se veían eran de alfalfa. Entonces, las poblaciones se concentraron ahí y empezaron a aparecer las intoxicaciones”, contó Radrizzani. Y advirtió: “Ahora, si bien llovió en algunas zonas y tuvimos un respiro, el problema no despareció. Por eso, recomendamos mantener activas las medidas preventivas”.

¿Cómo evitar riegos? “Lo primero es monitorear, digamos, caminar las pasturas frecuentemente, recorrerlas a pie, a caballo o en camioneta, para decidir si conviene o no ingresar con los animales”, afirmó, agregando que, si se visualiza una alta carga de insectos, es preferible evitar el pastoreo. “Sé que esto es fácil de decir, pero difícil de cumplir cuando se necesita alimentar al ganado”, se sinceró.

“Si volvemos a tener un momento en que lo único que florece es la alfalfa, conviene hacer un manejo que permita evitar la floración”, recomendó. ¿Cómo? “Haciendo pastoreos frecuentes (cada 20-30 días en el verano) para impedir la presencia de inflorescencias que son las que busca el insecto. Sin flores, no hay siete de oro”, subrayó.

Para Radrizzani, la anticipación también es estratégica para corte, aunque tiene sus bemoles. “El productor quiere amortizar el costo de cortar con mayor biomasa forrajera acumulada. Y eso se logra en un estado fenológico más avanzado, que es con un 10, 20% de floración. Entonces, se pregunta: ‘¿Tengo que entrar cuando no empezó a florecer y recolectar menos? Pierdo kilos de forraje y cada kilo me sale más caro’. Y sí, es así, pero por lo menos se evita la intoxicación”, apuntó.

Algunos suministran la alfalfa en verde, cortan y directamente la ponen en comederos. “Si bien el insecto escapa de las flores caídas, no tenemos todavía muy claro en cuánto tiempo lo hace. Por ahora estamos recomendando esperar al menos 48hs tras el corte para que los insectos vuelen. Y si aún se observan muchos, lo mejor es no recolectar”, sugirió.

En ese sentido, alertó que “si bien con las lluvias se redujo el problema, surgió otro. Estamos encontrando fardos totalmente secos, que se cortaron durante los picos de infestación, con poblaciones vivas del insecto. ¿Y qué se puede hacer con esos fardos? “Es complicado. Ojalá tuviésemos un siete de espadas como para matar el siete de oro, pero aún no lo tenemos”, respondió y planteó que, por lo pronto, se aguardan los resultados de los estudios científicos que buscan echar luz en la problemática.

La investigación

El M.V. Juan Agustín García está terminando su doctorado en salud animal como becario del Conicet y colabora con el Servicio de Diagnóstico Veterinario Especializado del INTA Balcarce. Apenas aparecieron animales enfermos tras consumir alfalfas infestadas con siete de oro, comenzó a trabajar en el tema.

“Vimos casos con trastornos digestivos, diarreas, decaimiento, mortandad y lesiones en el intestino. Pero debíamos comprobar si el agente causal eran esas alfalfas infestadas”, planteó.

Juan García, recolectando insectos.

Buscando información, encontró un trabajo de Sudáfrica de 1972 donde se pudo reproducir en forma experimental la enfermedad en cobayos y ovinos y confirmar la relación con siete de oro. “Los síntomas y las lesiones halladas en los bovinos de algunas regiones del país eran muy perecidas a los descriptos en la publicación”, apuntó.

Así las cosas, cuando hay una enfermedad nueva o emergente se activan los pasos para aplicar el método científico de investigación. “Primero tomamos muestras de animales y del lugar, confirmamos que realmente el ganado consumió el insecto e hicimos estudios de tejidos, acá y en EE.UU., para descartar la presencia de bacterias o virus que hayan podido causar el problema”, indicó.

Luego se pasó a la etapa de ensayo experimental. “El estudio se hará en cobayos, es una especie más fácil de maniobrar. Estamos aguardando la aprobación del protocolo de bienestar animal y esperamos tener un resultado preliminar en 3 o 4 meses, lo que nos permitiría saber si el siete de oro es o no el causante de la enfermedad”, explicó.

En caso afirmativo, se debe identificar cuál es el tóxico, un aspecto clave para diseñar la estrategia de control. “También analizaremos si es un evento puntual y no volvería a aparecer por años o si tiene relevancia como para ampliar el espectro de insecticidas y poder aplicarlos en alfalfa. Ahí deberá actuar la autoridad competente”, concluyó García.

Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne

Fuente: valorcarne.com.ar

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