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Vuelven las pasturas: Manejo y fertilización para nuevos modelos ganaderos


Introducción Después de varias décadas de desplazamiento de la ganadería hacia áreas consideradas marginales, actualmente en el país se presentan escenarios favorables que reposicionan la actividad impulsando el desarrollo de nuevos modelos ganaderos, en muchos casos integrados con cultivos agrícolas en sistemas mixtos. Estos nuevos planteos surgen como alternativas que apuntan a lograr mayor productividad,…


Introducción

Después de varias décadas de desplazamiento de la ganadería hacia áreas consideradas marginales, actualmente en el país se presentan escenarios favorables que reposicionan la actividad impulsando el desarrollo de nuevos modelos ganaderos, en muchos casos integrados con cultivos agrícolas en sistemas mixtos. Estos nuevos planteos surgen como alternativas que apuntan a lograr mayor productividad, sustentabilidad y rentabilidad que los tradicionales, y además son más eficientes en el uso de recursos, menos riesgosos y más flexibles ante la variabilidad climática, de precios y de mercados.

Una característica generalizada en los tradicionales planteos ganaderos locales (sobre todo en cría y recría vacuna), es la amplia brecha existente entre los techos productivos y los rendimientos efectivamente logrados. En la región pampeana (clima templado-húmedo), las pasturas perennes templadas pueden producir pasto de calidad durante la mayor parte del año (Agnusdei et al., 2001; Scheneiter y Améndola, 2009). Sin embargo, tanto las gramíneas (festuca, agropiro, cebadilla, raigrás, pasto ovillo, etc.) como las leguminosas (alfalfa, tréboles, lotus, etc.) forrajeras presentan niveles productivos notablemente inferiores a los que les permitiría expresar el ambiente. Esto puede ser en buena medida atribuible a desajustes en el manejo de los recursos forrajeros. Una escasa aplicación de tecnologías y de insumos, provoca recurrentes excesos y déficits en la oferta de forraje que reducen la productividad de los sistemas.

Contrariamente a lo ocurrido en nuestro país, en otras regiones ganaderas templadas del mundo se reconoce la importancia de mantener una base forrajera pastoril, con una alta participación en las dietas del pasto de calidad proveniente de las pasturas perennes. Esto permite obtener elevada productividad animal, incrementa el beneficio económico de los sistemas ganaderos de carne (Mulliniks et al., 2015) y de leche (Fariña et al., 2011) y minimiza el riesgo ambiental de manera sostenida en el tiempo (Franzluebbers y Sawchik, 2012). Hoy las pasturas perennes están siendo revalorizadas, pero para lograr aprovechar los beneficios productivos y los servicios ecosistémicos que pueden brindar requieren un manejo adecuado. La aplicación de Buenas Prácticas de Manejo de Pasturas (BPMP) contribuiría a mejorar los niveles de producción tradicionalmente obtenidos en los sistemas ganaderos locales. Las BPMP, conforman un paquete tecnológico con recomendaciones y procedimientos sencillos para implementar en la siembra, fertilización y manejo de la utilización de plantas forrajeras, basados en principios científicos y de alto impacto productivo en los sistemas ganaderos locales (Agnusdei et al., 2013).

Entre los factores que controlan la producción de forraje se destaca la nutrición mineral, y la fertilización de pasturas es una práctica recomendada para aumentar la oferta de pasto. Sin embargo, en nuestro país esta práctica es poco utilizada.

A continuación, se presentarán algunos criterios generales para planificar estrategias de fertilización integradas en las BPMP, que cubran los requerimientos nutricionales para pasturas de alta producción de forraje de calidad, logren elevada productividad animal y aporten a la sustentabilidad en los sistemas ganaderos regionales.

1. Techos productivos de las pasturas perennes en la región pampeana 

Tradicionalmente, los sistemas ganaderos de la región pampeana se caracterizaron por una producción forrajera inferior a los techos productivos. Recavarren (2016) relevó producciones de pasturas en el sur de la Pampa Deprimida (Buenos Aires) con valores promedio desde 4300 kg MS/ha/año para pasturas de campo con aptitud ganadera a 7300 kg MS/ha/año para pasturas de campos con mejor aptitud. Las producciones de carne fueron de 100 kg carne/ha/año en cría a 200 kg de carne/ha/año en recría (Recavarren, 2016).

Sin embargo, estos recursos tienen un elevado potencial de producción de forraje que varía entre 7000 – 10 000 kg MS/ha/año en campos ganaderos con limitantes productivas, a 12 000 – 15 000 kg MS/ha/año en lotes de mejor aptitud, o aún superiores cuando se incluyen especies como alfalfa en ambientes sin limitaciones. Eficientemente utilizados estos recursos pueden convertirse en altas productividades secundarias (carne, leche, etc.). En la Tabla 1 se muestran resultados de producción de carne en la región pampeana para tres casos de recría pastoril, una invernada pastoril y tres ejemplos de recríainvernada base pastoril con suplementación. Entre los principales motivos que explican las diferencias planteadas entre las producciones de los sistemas ganaderos tradicionales y los techos productivos esperables en los nuevos modelos ganaderos se destacan: desajustes en la cosecha del forraje y la generalizada subnutrición de las especies forrajeras por escaso o nulo uso de fertilizantes. Ambos inconvenientes son abordados integralmente cuando se implementan las BPMP. Sin embargo, para cuantificar adecuadamente el impacto de la aplicación de las BPMP y aprovechar sus beneficios productivos, es recomendable – al menos inicialmente – implementar estas BPMP en superficies acotadas que representen una pequeña proporción del establecimiento (“Ganadería por Módulos”). Esto permitirá conocer mejor la dinámica de manejo de los recursos forrajeros de alta producción y adecuar el funcionamiento del sistema en forma integral, lo que incluye con prioridad la capacitación del personal.

2. Buenas Prácticas de Manejo de Pasturas: Utilización del forraje

Los nuevos planteos ganaderos de carne o leche reconocen la importancia de contar con pasturas de alta producción en la cadena forrajera. Para manejar convenientemente estos recursos deben considerarse algunos aspectos ecofisiológicos de las plantas forrajeras (Agnusdei et al., 2013; Chapman, 2016). El forraje cosechado está conformado básicamente por hojas, y en la mayoría de las gramíneas forrajeras templadas cada macollo puede sostener tres hojas vivas (Figura 1).

Estas hojas tienen una vida relativamente corta de 300 – 400°Cd (equivalente a 40-60 días en invierno y 25 días o menos en primavera-verano), pasado ese tiempo la hoja muere, lo que implica que el forraje se pierde por senescencia (Figura 1). Asimismo, a medida que avanza el período de crecimiento (rebrote) las hojas crecen y la disponibilidad de materia seca aumenta, con una progresiva pérdida de calidad nutritiva para los animales (Agnusdei et al., 2013). Entonces, para cosechar eficientemente el forraje producido es necesario llevar a cabo defoliaciones periódicas antes que la pérdida por senescencia iguale o supere el crecimiento foliar (producción de forraje de calidad). En pasturas correctamente manejadas (es decir cespitosas, densas y foliosas), el estado de tres hojas vivas indica que las pasturas están interceptando la totalidad de la luz solar incidente y pasado ese tiempo no se generará más forraje de calidad (Figura 2, Chapman, 2016).

Luego de una defoliación, el rebrote subsiguiente reiniciará un nuevo ciclo de crecimiento de forraje de calidad. Considerando esta dinámica, sin deficiencias hídricas pronunciadas ni limitaciones nutricionales, en gran parte de la región las pasturas perennes podrían ser cosechadas 8 a 10 veces al año. A modo de ejemplo, si en cada defoliación se cosecha aproximadamente 1 t MS/ha esto equivale a 8 – 10 t MS/ha/ año cosechadas y transformadas en producto animal (15 kg MS/kg carne o 1 kg MS/L leche producidos) representarían alrededor de 530 a 670 kg carne/ha/año u 8000 a 10 000 L leche/ha/ año. Este objetivo se puede lograr si se cosecha eficientemente el forraje producido.

3. Buenas Prácticas de Manejo de Pasturas: Fertilización 

a. Requerimiento de nutrientes

Las especies forrajeras requieren cantidades relevantes de macro y micronutrientes para crecer y producir forraje. Los contenidos de nutrientes en planta son variables según especies, estado fenológíco y condiciones de crecimiento (Tabla 2).

Las especies leguminosas se pueden proveer de nitrógeno (N) atmosférico a través de la fijación simbiótica (FBN), lo cual les permite mantener el contenido de N en planta aún con bajo aporte de N edáfico (Anglade et al., 2015). En cambio, son dependientes del suministro de fósforo (P) del suelo y, en algunos casos particulares pueden surgir deficiencias de azufre, boro, etc. (Fontanetto et al., 2010). Por su parte, para las gramíneas forrajeras ya sea puras o en mezclas con leguminosas, no sólo el P sino también el N generalmente restringen la producción de forraje. Parte del N de origen simbiótico provisto por las leguminosas puede ser transferido a las gramíneas, pero este aporte  no es directo y normalmente no cubre sus requerimientos (Marino et al., 2016).

 

Cabe destacar, que la demanda de nutrientes varía estacionalmente siguiendo el ritmo de crecimiento de cada especie forrajera (Figura 3). En general, la demanda de nutrientes se incrementa con las altas tasas de crecimiento en primavera, son intermedias en otoño y mínimas en invierno Una pastura que produce 10 000 kg MS ha-1 año-1 requiere unos 20-30 kg P/ha y 200-300 kg N/ha, esto puede cubrirse en parte con el aporte del suelo y la diferencia con los valores requeridos debería ser estratégicamente abastecida con fertilizantes según la demanda estacional de nutrientes.

b. Productividad de las pasturas y cantidad de nutrientes requeridos

La demanda de nutrientes de los recursos forrajeros depende de la aptitud del ambiente y el rendimiento esperado. Los nuevos modelos ganaderos ocupan desde los tradicionales campos de aptitud ganadera (con severas limitantes para la realización de cultivos) hasta lotes con pocas o sin limitaciones productivas (Figura 4). Para cada condición edáfica existen especies adaptadas para crecer y producir forraje. Sin embargo, en cada situación los rendimientos y, consecuentemente, la demanda de nutrientes varían según el grado de limitación que impone el ambiente edáfico, el clima y el manejo del recurso.

En la medida que mejora la aptitud del ambiente y aumenta la producción de forraje, se incrementa la cantidad de P y de N absorbidos para cubrir los requerimientos de las plantas. A modo de ejemplo, en la Figura 5 se presenta para una pastura de festuca alta durante el transcurso de un rebrote (sin otras limitantes agronómicas), las cantidades de N y P absorbidas Las estimaciones se realizaron a partir de modelos de dilución de N (Lemaire y Gastal, 2009) y P (Marino et al., 2000) críticos.

Adicionalmente, los lotes ganaderos suelen presentar elevada heterogeneidad de suelos, por lo cual su ambientación permitiría delimitar zonas y aplicar estrategias de manejo diferenciales con el objetivo de incrementar la eficiencia en el uso de recursos y aumentar la producción de forraje (Peralta et al., 2015; Cicore et al., 2016).

En la Figura 6 se muestran resultados de la aplicación de N en primavera en un lote de agropiro en el cual se midió la conductividad eléctrica aparente (CEa) con un equipo Veris, y a partir de ella el lote fue dividido en dos zonas de manejo (ZMA y ZMB) (Cicore et al., 2016). En primavera avanzada se registraron respuestas significativas a la fertilización nitrogenada, pero fueron superiores en la ZMA respecto de la ZMB (Figura 6).

La variación espacial observada en la respuesta al N aplicado en primavera tardía estaría asociada a que, en una época con deficiencias hídricas, el agropiro en la ZMA habría contado con mayor disponibilidad de agua que en la ZMB. Estos datos muestran que manejar homogéneamente el lote podría haber sido ineficiente. Sin fertilización nitrogenada la productividad del lote habría sido baja aún en la ZMA, mientras que la aplicación de una alta dosis de N a todo el lote habría sido desaprovechada en la ZMB.

c. Demanda de nutrientes según las condiciones climáticas

La temperatura es uno de los factores determinantes del crecimiento vegetal. Para especies forrajeras templadas a 10°C (media diaria del aire), las plantas comienzan a crecer activamente, y entre 20 y 25°C se logra óptimo crecimiento. Por debajo de 4-5°C, las forrajeras templadas se mantienen vivas, pero no crecen. En base a esto, en la región pampeana, sin deficiencias hídricas ni nutricionales, las pasturas perennes podrían crecer y producir forraje al menos siete meses del año con valores mínimos sólo en la época invernal.

Cuando la temperatura es favorable, la disponibilidad de agua (balance entre lluvias, almacenaje de agua en el suelo y evapotranspiración de la cubierta) ejerce el control sobre el crecimiento de las plantas forrajeras. En la Figura 7 se muestran datos climatológicos del centro de la provincia de Santa Fe (EEA INTA Oliveros). La temperatura media del aire permanece por encima de 10°C durante todo el año (Figura 7a). Sin embargo, con aproximadamente 1000 mm anuales, el balance hídrico (lluvias – evapotranspiración potencial) puede ser negativo desde mediados de la primavera y durante el verano (Figura 7b), esto limita las tasas de crecimiento y la demanda de nutrientes.

d. Oferta de nutrientes del ambiente

Considerando la variación espacial en los contenidos de P (Sainz Rozas et al., 2012) y de materia orgánica (Sainz Rozas et al., 2010) en los suelos de la región pampeana, puede asumirse que en condiciones naturales la disponibilidad de P y N puede resultar insuficiente para cubrir los requerimientos de recursos forrajeros de alta producción. Por otra par e, la cantidad de N en el suelo está asociada con el contenido de materia orgánica de los suelos y su disponibilidad varía estacionalmente en función de la mineralización (Echeverría y Bergonzi, 1995). En general, la cantidad de N mineralizado aumenta en la época cálida, pero cuando las forrajeras templadas inician su activo crecimiento a la salida del invierno-inicio de la primavera, la disponibilidad en los suelos es generalmente mínima.

Como se mencionó, otra fuente de N para las leguminosas forrajeras es la FBN. La cantidad de N fijado depende del crecimiento de las leguminosas, pero ante una biomasa determinada existe una amplia variabilidad explicada por factores como la especie y el suministro de N edáfico (Soussana y Tallec, 2010). Anglade et al. (2015) establecieron que la cantidad de N derivado de la atmósfera en leguminosas forrajeras presenta una estrecha relación positiva y lineal con la acumulación de N en la biomasa  aérea (Figura 8). Consecuentemente, cualquier factor que influencie el crecimiento de las plantas (clima, suelo, disponibilidad de nutrientes, enfermedades o plagas) afectará la cantidad de N fijado. Estos autores indican que, por cada kg de N presente en la biomasa aérea de las leguminosas, 0.75 – 0. 80 kg N corresponden a la FBN,  cubriendo sus requerimientos de N. En este  punto, la bibliografía coincide en establecer la importancia de la FBN no sólo para la producción de forraje sino también para el sistema productivo (Ledgard, 2009; Anglade et al., 2015). Pero si bien este aporte podría influir sobre la fertilidad del sistema suelo-planta (Ledgard, 2009), no cubrirá la totalidad de los requerimientos de N de pasturas consociadas con gramíneas de alta producción.

e. Diagnóstico del estado nutricional de recursos forrajeros

Al igual que para cultivos agrícolas, para ajustar los requerimientos de fertilización es indispensable tener información sobre la oferta desde el suelo y el estado nutricional de los recursos forrajeros. Sin embargo, su determinación puede ser compleja debido a la diversidad de especies y su consociación en pasturas mixtas, la variación estacional del crecimiento en recursos perennes, la forma de utilización (pastoreo o corte), la presencia de deyecciones que pueden contaminar las muestras, etc.

Las metodologías más utilizadas son los análisis de suelos y/o de plantas. La determinación del contenido de nutrientes disponibles en el suelo al momento de la siembra de especies forrajeras no difiere de la metodología empleada en cultivos agrícolas, tanto en sistemas de labranza convencional como en siembra directa. Para P se recomienda la fertilización sobre todo cuando la disponibilidad edáfica es baja (< 15 ppm según el método de Bray). Por su dinámica en el suelo, puede considerarse su aplicación para cubrir los requerimientos de las plantas en períodos relativamente prolongados (por ejemplo, un ciclo de crecimiento anual).

En pastizales naturales y en pasturas perennes ya implantadas, la disponibilidad de algunos nutrientes como N y S suelen ser bajos debido a que en la medida en que pasan a la fracción disponible son absorbidos por las plantas o inmovilizados en la biomasa microbiana. En estos casos, la utilización de algún parámetro que permita estimar la disponibilidad de N o su mineralización durante el período de crecimiento (como el método de N incubado en anaerobiosis, Echeverría et al., 2000) podría resultar de utilidad para mejorar el diagnóstico.

El análisis de planta aporta información precisa sobre el contenido de nutrientes en la biomasa aérea de los recursos forrajeros. Para realizarlo correctamente es necesario considerar aspectos que afectan la concentración de los nutrientes en las plantas como es el estado de desarrollo (Marino et al. 2004; Lemaire y Gastal, 2009; Agnusdei
et al., 2010), la parte u órgano seleccionado y otros factores como ocurrencia de déficit hídrico (Errecart et al., 2014), enfermedades, etc. Actualmente, existen métodos alternativos rápidos y no destructivos para estimar indirectamente el estado de nutrición nitrogenada de las plantas. Medidores portátiles (como Minolta SPAD-502) permiten obtener una estimación del contenido de clorofila en las hojas. Esta técnica fue probada localmente en pasturas de agropiro (Di Salvo, 2001) y de festuca (Di Salvo, et al., 1999; Errecart et al., 2012).

f. Impacto de la deficiencia de nutrientes en sistemas ganaderos

En la región, las principales deficiencias de nutrientes están asociadas con niveles insuficientes de P y de N para satisfacer la demanda de las plantas. Estas deficiencias suelen afectar: a) las tasas diarias de crecimiento y, por ende, la producción estacional de forraje; b) la densidad de plantas, el desarrollo radical y la capacidad para competir con las malezas; c) la eficiencia de uso del agua disponible (lluvias y almacenada en el suelo) d) la fijación simbiótica del N atmosférico en leguminosas; e) el contenido de proteína en el forraje; f) la persistencia de las pasturas; g) la estabilidad productiva a través de los años; h) el aporte de materia orgánica al suelo (raíces y forraje no consumido).

Se reconoce que la deficiencia P y N suele ser uno de los principales factores limitantes del crecimiento de las plantas y de la producción de forraje. Sin embargo, desajustes al momento de la fertilización (nutriente aplicado, momento de aplicación, dosis, etc.) así como ineficiencias en el aprovechamiento del forraje suelen disminuir las respuestas esperadas. Cabe destacar que el uso inadecuado de estos insumos no sólo resulta costoso en términos económicos, sino que puede perjudicar la producción de forraje y al medio ambiente.

g. Respuesta a la aplicación de P y de N 

– Fertilización fosfatada
En pasturas perennes deficientes en P, la respuesta a la fertilización debe cuantificarse teniendo en cuenta la producción acumulada por más de un año, ya que este nutriente permite aprovechar un “efecto residual” que se registra no sólo en el año de su aplicación sino también en los años posteriores. En la región, considerando la producción de dos o tres años, serían esperables respuestas de 250 – 300 kg MS/kg P aplicado si otras limitantes edáficas, hídricas o de manejo no restringen el crecimiento de las plantas (Marino y Berardo, 2014). En la Figura 9 se muestra la producción de forraje de tres años en una pastura de alfalfa con dosis de P aplicadas a la siembra. Además, se muestran los valores de producción de carne (relación 15 kg MS/kg carne) con un incremento estimado en la producción del 69% para la mayor dosis de P aplicada con respecto al tratamiento sin P.

– Fertilización nitrogenada
La deficiencia de un sólo nutriente puede limitar el crecimiento de las plantas a pesar que otros se encuentren en cantidad suficiente. Por lo tanto, se debe considerar la necesidad de realizar una fertilización balanceada que aporte los nutrientes deficitarios para la pastura. En pasturas mezcla de gramíneas y leguminosas es necesario controlar los aportes tanto de P como de N. En la Figura 10 se muestran las producciones de  forraje obtenidas en tres años de evaluación según dosis variables de P (aplicados a la siembra) y de N (100 kg N/ha/año aplicados a la salida del invierno al voleo sobre la cubierta vegetal). Para pasturas base gramíneas, el tratamiento con la mayor dosis de P y aplicación anual de N representa una producción de carne 78% mayor que el tratamiento sin fertilización (0P-0N) (Figura 10).

Con bajos niveles de P en el suelo, la respuesta a la fertilización nitrogenada estaría restringida, al igual que para las aplicaciones de P sin agregado de N. La mayor respuesta a la fertilización se registró con la aplicación balanceada de P + N. Esto también ha sido demostrado en otras zonas de la región para pasturas de alfalfa en el centro-este de Santa Fe con la aplicación de P, S, Ca y Mg (Fontanetto et al., 2010) o con N y P para verdeos invernales en La Pampa (Quiroga et al., 2007).

Además de reducir la producción de forraje/ha, las deficiencias de P o N disminuyen las tasas de crecimiento de las especies forrajeras. Por esto, las pasturas base gramíneas convenientemente nutridas con N “anticipan” la oferta de forraje 20 – 30 días (según la dosis utilizada y el momento de aplicación), con respecto a pasturas con deficiencias nutricionales. Este adelantamiento del pastoreo (o de la utilización con cortes) es un factor clave para el manejo en los establecimientos pastoriles sobre todo en épocas críticas como la salida del invierno. Para aprovechar esa disponibilidad anticipada de forraje producto de la fertilización, se debe ajustar la carga animal a la oferta de forraje. En la Figura 11 se muestra el crecimiento de raigrás anual con P no limitante y el agregado de dos dosis de N aplicadas a la salida del invierno (Balcarce). Como muestran las flechas, el tratamiento con aplicación de P+50N adelanta la fecha de primera utilización y aumenta la producción acumulada de forraje con respecto al tratamiento que recibió sólo P. Con la aplicación de P y una dosis más elevada de N (P+150N), el adelantamiento y la producción acumulada de forraje son mayores, y se obtiene una cosecha adicional del recurso avanzada la primavera. Sin una ajustada cosecha del forraje extra producido por la fertilización se habría subestimado la respuesta obtenida.

A diferencia de lo que ocurre con el P, el manejo del N en pasturas de alta producción debe considerar su elevada movilidad en el sistema suelo-planta y su aplicación se debe realizar considerando el crecimiento esperado a corto plazo, es decir para cada estación de crecimiento. Las respuestas en la producción de forraje son de diferente magnitud según la época de aplicación del N y de las condiciones climáticas (básicamente temperatura y agua) en el momento de la fertilización y durante el período de crecimiento. Las mayores respuestas al agregado de N suelen registrarse a la salida del invierno debido que las condiciones climáticas en el comienzo de la primavera favorecen el crecimiento de las plantas en una época de mínima disponibilidad de N edáfico. Las menores respuestas de fertilizaciones nitrogenada en la época otoño-invernal podrían asociarse también con las bajas temperaturas y al escaso crecimiento durante la estación fría. Sin limitaciones de P ni hídricas y con una eficiente cosecha del forraje, se han registrado respuestas de 1 – 2 kg carne/kg N aplicado a la salida del invierno y alrededor de 0.5 kg carne/ kg N aplicado en otoño. Es importante mencionar que, aunque las respuestas al N aplicado en otoño son inferiores a las de aplicaciones de fin de invierno-inicio de primavera, la importancia de las primeras radica en el incremento de la producción de las pasturas en la época invernal, un período crítico para los sistemas ganaderos. Resultados similares se obtuvieron en pasturas de agropiro.

La fertilización otoñal puede ser una opción válida cuando las condiciones climáticas favorecen el crecimiento en esa época más que en primavera (asociado a la distribución de las precipitaciones), o en pasturas con especies que crezcan en otoño-invierno y se encuentren limitadas por el suministro de N edáfico. Un ejemplo de este caso son las gramíneas de ecotipo mediterráneo (festuca mediterránea o falaris) en pasturas puras o mezclas con leguminosas como alfalfa (Marino et al., 2016).

Por último, al manejar la fertilización nitrogenada en pasturas se debe considerar que, a diferencia de los cultivos agrícolas que en su mayoría se cosechan en un único momento del ciclo productivo, las pasturas requieren cosechas periódicas a fin de mantener cubiertas productivas la mayor parte del año. Fertilizar las pasturas con una cantidad uniforme de N unificaría la oferta de forraje en un mismo momento y reduciría la eficiencia de cosecha. Los sistemas ganaderos deben ofrecer forraje continuamente y la fertilización diferenciada puede contribuir al escalonamiento en la oferta de forraje (Agnusdei et al., 2013). En períodos en los que se necesita aumentar y adelantar el forraje disponible, con condiciones climáticas favorables se puede aumentar la dosis de fertilización en superficies acotadas que se utilicen eficientemente (ejemplo fin del invierno en el sudeste bonaerense). En cambio, en épocas que se prevean excedentes forrajeros (ejemplo primavera avanzada), o cuando los pronósticos climáticos no son favorables (sequías o excesos hídricos) se desaconseja la aplicación de N.

 

Consideraciones finales

Para aumentar la eficiencia de uso de fertilizantes en los nuevos modelos ganaderos pampeanos sería importante:

– Establecer, al menos inicialmente, módulos para manejo de pasturas de alta producción (Ganadería por Módulos) en una pequeña proporción del establecimiento. Esto permitiría poder utilizar eficientemente el forraje producido y cuantificar los beneficios de la implementación de las BPMP.

– Planificar la producción y distribución de la oferta forrajera de pasturas y verdeos.

– Aplicar N y P en función de la demanda de las plantas y de la cantidad disponible en cada ambiente.

– Priorizar la fertilización en ambientes con menos limitaciones para la producción de las pasturas.

– Tener presente que el éxito de la fertilización de recursos forrajeros depende de su integración con las BPMP

Referencias bibliográficas

Fuente: Engormix

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