El nuevo esquema de retenciones de tres y cuatro pesos por dólar exportado que aplicó el Gobierno nacional a partir del pasado mes de septiembre comenzó a complicar de manera significativa a diversas cadenas de valor vinculadas a la agroindustria.
Es que, tal como ocurrió en el complejo sojero donde se consolidó la primarización de la producción al exportar volúmenes crecientes de granos sin procesar en detrimento de la harina y el aceite, en la cadena triguera está pasando algo similar.
Actualmente al trigo se le aplica una tasa de exportación de cuatro pesos por dólar. Este cultivo registra un valor cercano a los USD 200 por tonelada. Es decir, con el dólar a $37, los productores pagan alrededor de USD 20 por tonelada en concepto de retenciones.
A la harina de trigo, en cambio, se le fijó un derecho de exportación de tres pesos por dólar. El tema es que este producto paga más retenciones que el trigo porque cuenta con un precio de unos USD 350 por tonelada (la tasa en este caso es de USD 30 por tonelada).
La harina de trigo requiere un nivel de elaboración industrial específico que agrega valor, crea arraigo y genera 60 mil puestos de trabajo directos y 40 mil indirectos por parte de más de un centenar de Pymes molineras con sede en el interior del país.
Remates Feria
«No todos los productos tienen la misma sensibilidad para absorber retenciones. En los últimos dos meses, las exportaciones de harina cayeron un 50%.», dijo a LPO Diego Cifarelli, presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM).
«Hay que hacer un buen trabajo público-privado apuntando a una estrategia comercial de inserción inteligente pensando en un esquema de diferenciación arancelaria e identificando qué mercados soportan retenciones y cuáles no», indicó Cifarelli.
«Necesitamos darle certezas a los productores en el mercado interno potenciando las exportaciones porque, de lo contrario, volveremos a generar un clima de desconfianza sobre un cultivo como el trigo que tiene todo para brillar», agregó el dirigente.
Cabe mencionar que la industria molinera viene trabajando desde hace varios meses con un 50% de capacidad ociosa, con costos de producción en alza y un nivel de incertidumbre que hace inviable cualquier planificación a mediano y largo plazo.
La creciente presión tributaria, los altos índices de marginalidad, la inflación en torno al 45% anual y las tasas que encarecen el financiamiento, entre otros puntos, dejó a las Pymes molineras en una situación desfavorable para salir al mundo a competir.
El consultor económico, Salvador Di Stefano, comentó que «al exportador se le viene aplicando una retención que crece porcentualmente mientras el dólar baja y hay productos que tuvieron, además, quita de reintegros y suba de la presión tributaria».
«El Gobierno perdió la oportunidad de tener un tipo de cambio alto y competitivo. Estábamos mejor antes de la devaluación que ahora. Hay que bajar los impuestos porque a la larga o a la corta, se viene otra devaluación», advirtió Di Stefano.
Por el momento la previsión récord de cosecha de trigo 2018/19 se mantiene firme en torno a las 20,1 millones de toneladas a pesar del último temporal que generó excesos hídricos que promovieron el lavado y brotado de granos en varias zonas productivas.
