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Argentina podría perder hasta U$S400 millones por la baja en la proteína de soja


Un trabajo elaborado por la BCR manifiesta que el último informe de la CAC verificó un nivel promedio del 36,1%. Este problema deviene en crecientes esfuerzos operativos (que implican mayores costos) de las plantas de crushing nacional para lograr una harina de soja que cumpla con los estándares internacionales, situados entre un 47 y 49 %…


Un trabajo elaborado por la BCR manifiesta que el último informe de la CAC verificó un nivel promedio del 36,1%. Este problema deviene en crecientes esfuerzos operativos (que implican mayores costos) de las plantas de crushing nacional para lograr una harina de soja que cumpla con los estándares internacionales, situados entre un 47 y 49 % de tenor proteico, para evitar el incumplimiento de las condiciones y posibles penalizaciones.

A partir de esta situación se ha buscado estimar cuales son las pérdidas sufridas por el complejo oleaginoso nacional y toda su cadena de valor a causa del bajo contenido proteico en la soja argentina.

Desde la BCR indicaron que sus estimaciones muestran la existencia de un costo extra de alrededor de US$ 400 millones para el complejo oleaginoso nacional, debido a la consecuente y persistente caída en la calidad proteica de la harina de soja, principal producto de exportación de la República Argentina. Esta cifra surge de considerar los siguientes conceptos:

–    Mayores costos energéticos por elevar el nivel de proteína de la harina de soja mediante un proceso adicional de secado;
–    Menores ingresos por la pérdida de volumen de harina de soja al disminuir la humedad y realizar el secado;
–    Reducción de ingresos por descuentos comerciales aplicados en la venta al exterior de harina argentina con menor calidad que la exigida según estándares internacionales y que la ofrecida por otros competidores (Brasil, Paraguay y USA).

A ello también hay que agregarle costos adicionales como los explicitados por el especialista Ing. Fernando Wnuk  en la Revista de Aceites y Grasas de ASAGA, entre ellos:

–    La disminución de la capacidad disponible de molienda de las plantas (aprox. 20%) para lograr un mayor secado y/o la necesidad de invertir en equipos de mayor eficiencia o capacidad.
–    El proceso adicional de secado implica una depreciación más acelerada del complejo de maquinarias y equipos utilizados.
–    Necesidad de eliminar las gomas de la harina produciendo una disminución del rendimiento.
–    Problemas de logística en las cargas, transporte y descarga de mercadería muy seca y, por ende, con más generación de finos incrementándose las pérdidas por mermas.
–    Incremento de la polución, obligando a efectuar mejoras en los sistema de retención de polvos con incremento de costos de limpieza.
–     incremento de costos por desinfección de infraestructuras y tratamientos de embarques.

El último informe de la Cámara Arbitral de Cereales de la Bolsa de Comercio de Rosario de fecha 24 de Julio de 2018, sobre 570 muestras llegadas al laboratorio por un total de 17.000 toneladas de poroto de soja de la campaña 2017/2018, se verificó un nivel promedio del 36,1% de proteína (SSS) con mínimos de 32,9% y máximos de 41,6%.

Este problema de la proteína en la composición del grano deviene en crecientes esfuerzos por parte del complejo de crushing nacional para lograr una harina de soja que cumpla con los estándares de comercialización internacionales, situados en un 47-49% de tenor proteico.

El hecho de que el porcentaje de proteína en la soja haya caído a lo largo de los años, con impactos más que significativos en la producción de harinas, generó la necesidad de profundizar los esfuerzos operativos de las plantas industriales para evitar el incumplimiento de las condiciones internacionales de comercialización de harina de soja.

Los porotos de soja, como así también las harinas, se comercializan tomando como referencia parámetros de calidad base, con tolerancias de máximos y mínimos dependiendo del rubro considerado; las mismas se pueden ver en la tabla adjunta.

Todos aquellos parámetros que se encuentren por fuera de los estándares establecidos implican castigos y descuentos, y los parámetros fuera de los límites de tolerancia conllevaran el rechazo de la mercadería. Como el valor de 47% de proteína resultaba, y continua siendo, imposible de alcanzar, se debía trabajar de manera casi permanente con la administración de los descuentos, y es por este motivo que la industria nacional decidió modificar los estándares de comercialización de la harina de soja Hipro a 46,5% con descuentos de 1% desde esta base a 46%, y de 2%, entre 45,99% y 45,5%. Problemas similares también se replican para las exportaciones del poroto.

La continuidad en las exportaciones está relacionada a que aún la soja y sus subproductos constituyen una necesidad en los mercados mundiales de alimentación animal, pero estas desviaciones en la calidad convierten a nuestro país en una segunda opción como proveedor.

A manera de comparación, la harina de origen nacional debe competir con la producción de Brasil y EE.UU., y en menor medida Paraguay, pero que crece a ritmo sostenido. Actualmente, hay diferencias en los precios internacionales que aún se derivan de cuestiones logísticas pero en las que cada vez hay un influencia mayor en las variaciones en la calidad de la soja.

Las bases de calidad estándar son distintas, donde se presentan valores de proteínas superiores en las harinas de Brasil, Paraguay y Bolivia en relación a la Argentina. Esto nos sitúa en una desventaja competitiva muy importante, y como resultado de ello, la producción local –en muchas oportunidades- entra en consideración una vez agotadas las posibilidades de compra en otros orígenes.

Estos estándares no son solamente condiciones comerciales, ya que también poseen valor legal, y es su cumplimiento el que posibilita lograr la permanencia en el mercado. Si no se cumplen las especificaciones, los embarques pueden ser considerados de rechazo, con las complicaciones legales, logísticas y comerciales que ello implica.

Esta situación de menor proteína argentina en la harina conlleva un impacto económico que se da a partir de dos aspectos: la disminución de rendimiento en la cantidad de harina y/o el impacto comercial del castigo por no cumplir con los requerimientos de calidad estándar.

Fuente: Todo Agro

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