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Carne: cómo se contrajo la ganadería argentina cuando se limitó la exportación


El objetivo buscado fue bajar los precios internos de la carne. Pero ello, no ocurrió: entre enero de 2006 y diciembre de 2011 el precio de la carne subió 300%


El anuncio del Gobierno de incorporar nuevos requisitos para la exportación de carne reavivó los temores del sector ganadero por una muy mala experiencia del pasado.

En una carta a funcionarios, la Mesa de Enlace alertó: «Las estadísticas demuestran que entre 2006 y 2015, cuando estuvieron vigentes los llamados Registros de Operaciones de Exportación (ROE) -que fueron en rigor de verdad Permisos, cuotas y no solo un mero registro- el objetivo buscado fue bajar los precios internos de la carne. Pero ello, no ocurrió: entre enero de 2006 y  diciembre de 2011 el precio de la carne subió 300%, mientras que la inflación del país en el mismo periodo (según INDEC e Inflación Verdadera), fue del  200%».

A causa de estas restricciones se perdieron 10 millones de cabeza de ganado, con una caída de la producción del 18%: «Se cerraron en esos años más de 100 plantas frigoríficas y se perdieron miles de empleos. Y más aún, no solo no se cumplió el objetivo de precio, sino que tampoco se logró mantener el consumo, que cayó un 10%», señala la misiva que se envió al ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Luis Basterra; al ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas; y al ministro de Economía y Hacienda de la Nación, Martín Guzmán.

Juan Manuel Garzón, economista del IERAL (Fundación Mediterranea), repasó a principio de año que un factor que podría alterar todos los equilibrios del mercado es la política pública.

Garzón comentó por entonces que, en este plano, es de esperar, por antecedentes y contexto (año de elecciones), una interferencia creciente por parte del gobierno en los mercados de carne, que apunte a contener o restringir volúmenes de exportación. De efectivizarse, esta intervención no sería una buena noticia: «Si bien podría tener efecto y ayudar a estabilizar (y hasta reducir) precios en el corto plazo (vía re-direccionamiento de volúmenes hacia el mercado interno), sus efectos de mediano y largo plazos serían justamente los contrarios (precios más altos por caída de inversión y producción)».

No debe perderse de vista que un mercado que es intervenido (cualquiera sea el producto) pasa a ofrecer un menor retorno para quienes producen (hay un efecto de expropiación, una transferencia de recursos desde la producción hacia otro actor, que dependiendo del instrumento de intervención, podrá ser el Estado, los intermediarios comerciales u otros) y además un mayor riesgo (la intervención puede profundizarse, pueden aparecer nuevas exigencias legales, etc.); este menor retorno y el mayor riesgo se conjugan para conformar un escenario que tiene inexorablemente un costo en términos de inversiones, éstas se reducen y ralentizan, y de ese modo se va comprometiendo la capacidad productiva futura, hasta que, más temprano o más tarde, los efectos contrarios de la medida (menor producción, mayores precios) pasan a dominar el mercado

Mercado ganadero actual

La Cámara de la Industria y Comercio de las Carnes (CICCRA) citó en el último informe que, desde el cuarto trimestre de 2017, que se volcaron al mercado interno 222 mil tn r/c/h promedio mensual, la absorción del mercado interno describió una tendencia descendente, no exenta de recuperaciones y retrocesos, hasta ubicarse en un promedio de 175,8 mil tn r/c/h mensuales en el primer trimestre de 2021.

En los últimos tres años la producción de carne vacuna vendida en el mercado interno se contrajo 21% y llegó a establecer el volumen más bajo de los últimos dieciocho años. https://9757e570ce95f101210f8a1c60c0ed7a.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html

En marzo de 2021, tomando el promedio móvil de los últimos doce meses, el consumo (aparente) de carne vacuna por habitante se ubicó en 49,3 kg/año. En relación al promedio alcanzado en marzo de 2020, se registró una disminución de 2,5% (-1,28 kg/hab/año). Y cuando se contrasta con el pico alcanzado en marzo de 2008 (66,2 kg/hab/año), que fue cuando el consumo interno fue muy favorecido por la forzada liquidación de existencias y por las restricciones impuestas a las exportaciones, la contracción fue de 25,5% (-16,9 kg/hab/año).

El Ing. Miguel A. Schiariti, de CICCRA, repasa que la continua retracción del poder adquisitivo de las familias y el mayor nivel de desocupación, explican la contracción de la demanda de carne vacuna registrada en los últimos tres años, sumadas a los cambios de hábito de consumo. En tanto, el cambio de la política monetaria/cambiaria a partir de las PASO de 2019, primero, y la gran emisión de pesos para enfrentar los efectos de la pandemia/’cuarentena’, después, llevaron a los productores ganaderos a refugiarse nuevamente en la cría y engorde de la hacienda vacuna, lo que se tradujo en una menor oferta de corto plazo.

«El abandono de la política de crecimiento 0% de la base monetaria encarada entre octubre de 2018 y julio de 2019, hizo que las tasas de interés reales descendieran y con ello se recuperara el negocio de la cría/engorde de hacienda vacuna. Ello se reflejó en la reducción de la participación de las hembras en la faena total, que pasó de una fase de liquidación de existencias hasta el segundo trimestre de 2019, a una de retención/sostenimiento en los siguientes trimestres. La reversión del ciclo ganadero impactó en forma inmediata en la oferta de hacienda para faena», comenta el Ing, titular de CICCRA.

Schiariti agrega que, a partir de mayo de 2020, con el relajamiento de la ‘cuarentena’, quedó en evidencia el exceso de oferta de pesos en la economía nacional. En ausencia de acceso a financiamiento voluntario, el gobierno nacional contó con la emisión monetaria como herramienta casi exclusiva para asistir a los grupos más afectados por la pandemia/’cuarentena’. Esto llevó a los productores ganaderos a comprar hacienda como forma de proteger el capital de trabajo, provocando que el precio de la invernada subiera a un ritmo elevado a partir de mayo. Combinado esto con el mayor costo del maíz en la segunda parte de 2020, llevó a los productores a realizar recrías largas de la hacienda para consumo sobre pasturas o a campo natural, lo cual extendió el plazo de ‘terminación’ del animal. Nuevamente, ello se tradujo en una menor disponibilidad de hacienda para enviar a faena. 

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